"Carece de quioscos, librerías o bibliotecas, pero Guinea Ecuatorial se ha rendido a las novelas de vaqueros de Marcial Lafuente Estefanía. El antropólogo y escritor Gustau Nerín nos explica por qué. texto GUSTAU NERÍN foto ALBERTO PIERUZ
Guinea Ecuatorial es un pequeño país del África Central en que el español es la lengua oficial, aunque muy pocos de sus habitantes tienen el español como lengua materna (habitualmente se comunican en lenguas bantúes, como el fang, el ndowé, el bisió o el bubi, o en lenguas criollas como el annobonés o el pidgin english). Por desgracia, en este microestado, con menos de un millón de habitantes, no son muchos los que suelen leer, ni en español ni en ninguna otra lengua, porque no hay ninguna librería y porque incluso en muchas escuelas no cuentan con libros de texto. En este país se pueden comprar los mejores whiskys, televisores de pantalla plana, vehículos todo terreno modernísimos y champán francés, pero es imposible adquirir una novela de García Márquez o alguna obra del último premio Nobel.
Los pocos guineanos que conservan el hábito de lectura lo hacen
gracias a las novelas del Oeste de Marcial
Lafuente Estefanía: esos pequeños libritos de
unas cien páginas, en papel barato, que hace
años solían encontrarse en todos los quioscos de
estaciones de ferrocarril y que últimamente se
acumulan en las paradas de libros viejos de
algunos mercados de España. Pero en Guinea no
hay quioscos y en los mercados nadie vende
libros viejos. Es una incógnita cómo llegan los
libritos del Oeste a este país africano. Pero lo
cierto es que hay una pequeña cantidad de ellos
en circulación y que pasan de mano en mano a
ritmo frenético. El sistema de intercambio es
sencillo, pero eficaz. Mientras un guineano lee
un libro, si lo lleva por la calle, lo lleva
doblado por la página que está leyendo. Pero si
se pasea con el libro a la vista cerrado, es que
lo ha terminado y está dispuesto al intercambio.
Cualquier desconocido, que disponga de otra
novela de Estefanía, puede acercársele y
proponerle la transacción.
Marcial Lafuente Estefanía llegó a publicar casi 2.000 novelas a lo
largo de su vida. Él mismo decía que uno de sus
mayores problemas era acordarse de todos los
títulos para no repetirlos. Sus lectores
guineanos tienen el mismo problema y con
frecuencia, por el título, no saben si han leído
un libro o no. Pero, como hay pocos ejemplares
en circulación, han encontrado una solución:
cuando han leído una novela, estampan su firma
en la cubierta, o en la contraportada. De esta
forma, cuando alguien les ofrece un libro,
observan atentamente las tapas para comprobar si
ya las han firmado anteriormente. Los ejemplares
de estas novelas que corren por Guinea no sólo
están tremendamente manoseados, sino que con
frecuencia están salpicados por medio centenar
de firmas de sus lectores. Estas novelas cortas
y sencillas, sin pretensiones, pero escritas con
un lenguaje claro y preciso, resultan la lectura
idónea para alguien con poco hábito de lectura.
Y en Guinea triunfan: incluso tienen más éxito
que las novelitas rosa de Corín Tellado y las
revistas de telenovelas, que en algún momento
trataron de competir con los libros de indios y
pistoleros.
La ley de la salvaje Guinea
Las novelas del Oeste han marcado hasta tal punto la formación
cultural de los guineanos que Francisco Zamora,
el mejor poeta de este país, dedicó uno de sus
poemas a Silver Kane, otro de los escritores de
la generación de Marcial Lafuente Estefanía. Y,
en otro texto, Zamora reflexionó sobre la
influencia de estos westerns literarios sobre
sus conciudadanos, que pese a utilizar la lengua
de Cervantes y presumir de ello: “(…) han
aceptado por verdadero / el trueco de Amadís de
Gaula por cierto Buffalo Bill /o Belianís de
Grecia por Cisco Kid / al tiempo que a la Mancha
manchega / le dicen el Far West / los porqueros
son cowboyses / y el colt 45 provoca mayor
mortandad / que cualquier cimitarra o maza.(…)”.
Para quien conozca Guinea no es nada extraño que los guineanos se
hayan aferrado a la lectura de Estefanía, a
pesar de que nada tiene que ver el paisaje
tropical del país con las secas praderas del
Oeste americano. Es fácil sentirse identificado
con los pobres vaqueros cuando, paseando por el
mercado de Mondoasi o por el popular barrio de
Lea, cualquier ciudadano es interpelado por
miembros de la Seguridad Presidencial, con las
armas más a la vista que cualquier pistolero y
con los modales propios de los peores matones
del Oeste americano. Los atropellos que sufren
los ciudadanos de a pie de la República de
Guinea Ecuatorial no tienen nada que envidiar a
los que sufrían en el viejo Oeste: propiedades
expoliadas por los todopoderosos señores,
encarcelamientos arbitrarios, coacciones
continuas. Todos los guineanos, leyendo a
Estefanía, sueñan en que llegue el sheriff
justiciero que los libre de tanta humillación.
No es extraño que algunos guineanos hayan adoptado como propias
algunas de las típicas frases lapidarias de
Estefanía: “Moriré con las botas puestas”, “Te
voy a enseñar por qué la gente tiene miedo a la
oscuridad”, “A ese le aumentaron el peso”… Pero,
pese a todo, la influencia de Marcial Lafuente
Estefanía empieza a reducirse, no por la llegada
de lecturas de más calado, sino por la potente
intrusión de la televisión por cable y de los
videocedés (versión china y más económica de los
DVD). Finalmente, no fueron los sioux quienes
terminaron con los intrépidos marshall: fueron
Van Damme, Chuck Norris y Jackie Chan". ν
http://www.que-leer.com/11786/marcial-lafuente-estefania.html